jueves, 12 de julio de 2012

Versos en la boca


En la última sesión de los Encuentros Literarios Cósmicos, jugamos a destrozar amorosamente y con toda nuestra buena intención algunos de los poemas más sugerentes, fascinantes y evocadores de nuestros poetas. A partir de un par de versos, dejamos volar nuestra imaginación, uno a uno, completando la idea.

"...A veces la belleza pasa
y deja en el corazón bolas de nieve" (David Eloy Rodríguez)

y explotan, convertidas en llamas azuladas que incendian la habitación. “¡Fuego!”, grito, y ella atraviesa el umbral y mueve las manos intentando apagar las llamas. “Así se van, ya verás”, me dice. (Patricia)
Las llamas se extinguen, pero queda el invierno. La nieve me cubre hasta que no veo. El amor se hace infierno, de llamas azuladas. (Laura)
Ya no grito, me consumo abrazado a ti, envueltos en llamas y sintiendo tan solo tu piel ardiendo por la fiebre que no baja. (Fugo)


"Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi"  (Luis García Montero)
y me planto en su puerta
para que no me abra.
Tú me dices: amor, yo escucho: amiga
y me siento a su vera, para esperarle
Tú me escuchas sufrir, yo espero en balde
Tú te cansas de mí, yo cojo un taxi. (Laura)


"Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto
haría..."  (Ángel González)
que todos dejasen de rezarme y se sentasen a ver la puesta de sol para encontrarme. (Fugo)



"Que algo ya se haya dicho no significa
que no pueda volver a decirse por primera vez" (Benjamín Prado)
Que tenga la necesidad de gritarlo y sacarlo de mi pecho y sin embargo permanezca intacto y amarrado en las cuerdas de mi garganta. Pero mis ojos lo gritan aunque permanezca distraída, y mis manos al tocarte te cantan bajito al oído. Porque por muchas veces que repita lo que siento, cada vez estoy más desnudo, tembloroso como por primera vez. (Mayo Belzuz)

jueves, 31 de mayo de 2012

Échale humor y metáforas

En nuestro último Encuentro Literario en el Café Cósmico, jugamos a proponer nuevas definiciones lúdicas de la realidad cotidiana echándole humor y metáforas, esto es: greguerías. Nos adentramos en el fantástico universo del genial Ramón Gómez de la Serna y jugamos a completar sus greguerías escuchando sólo la primera mitad. Competimos con él y humildemente creo que muchas veces salimos ganando...


Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo reflejo mis años de abundancia (Guille)
Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo siempre te acompañará un viejo conocido (Adolfo)
Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo, con uno grande en la suela del zapato, con uno enorme sobre la cabeza, es que solo hago que mirarte (Mayo Belzuz)
Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo eres el impertinente de las emociones (Carlos)
Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo puedes reflejar el suelo por el roto que no has cosido (David)
Con un pequeño espejo redondo en el bolsillo el niño se siente satélite del sol (Ramón Gómez de la Serna)


Las palabras son peces que van echando el anzuelo (Elena Arribas)
Las palabras son peces que dibujan ideales (Adolfo)
Las palabras son peces que fluyen de mi boca a tus oídos (Guille)
Las palabras son peces que boquean y revolotean en los oídos sordos hasta morir extenuados (Mayo Belzuz)
Las palabras son peces que pasan en hilera y que no necesitan agua sino papel (Ramón Gómez de la Serna)


El agua está tan desesperadamente mojada que escurre rayos de sed (Adolfo)
El agua está tan desesperadamente mojada que se inmola en su propio vapor (Mayo Belzuz)
El agua está tan desesperadamente mojada que huye por los ríos sacudiéndose los peces (Elena Arribas)
El agua está tan desesperadamente mojada que amamanta de sí misma (Carlos)
El agua está tan desesperadamente mojada como arrebatadoramente ansiosa está la arena de la playa (Elena Arribas)
El agua está tan desesperadamente mojada que se vuelve agresiva (Ramón Gómez de la Serna)


Poniendo el oído en un buzón postal, caracola maldita, escuchas tan solo silencio (Mayo Belzuz)
Poniendo el oído en un buzón postal se oye el tronar de la amistad (Adolfo)
Poniendo el oído en un buzón postal oigo lo que realmente dicen tus cartas (Guille)
Poniendo el oído en un buzón postal se oye discutir a las cartas de amor con las facturas (Elena Arribas)
Poniendo el oído en un buzón postal se escucha a las facturas gemir
Poniendo el oído en un buzón postal se oye un murmullo de adioses (Ramón Gómez de la Serna)


El que pasea por la playa borra las huellas del ayer (Adolfo)
El que pasea por la playa hunde sus huellas en el olvido (Mayo Belzuz)
El que pasea por la playa marca una senda irrepetible (Elena Arribas)
El que pasea por la playa solo necesita la brisa, el mar y sus pensamientos (Guille)
El que pasea por la playa tiende puentes levadizos
El que pasea por la playa esquiva guano de gaviota
El que pasea por la playa logra toda una edición de pisadas (Ramón Gómez de la Serna)


La sonrisa tiene “son” y sin embargo se despliega en el silencio (Carlos)
La sonrisa tiene “son” y sin embargo cuando ríes cantas (Guille)
La sonrisa tiene “son” y sin embargo sonrisa en mi boca no tiene ni ton ni son (Mayo Belzuz)
La sonrisa tiene “son” y sin embargo el dinero tiene “don” (Adolfo)
La sonrisa tiene “son” y sin embargo es la risa que no se oye (Ramón Gómez de la Serna)


Nadie ha podido parar con la mirada los dardos del corazón (Carlos)
Nadie ha podido parar con la mirada tus andares cuando andas coqueta por la calle (David)
Nadie ha podido parar con la mirada la bala que se dirigía hacia tus piernas (Guille)
Nadie ha podido parar con la mirada la infinita arena del reloj (Adolfo)
Nadie ha podido parar con la mirada la burla de su madre (Mayo Belzuz)
Nadie ha podido parar con la mirada la burla de su madre ni la indiferencia de su padre (Adolfo y Mayo Belzuz)
Nadie ha podido parar con la mirada una gota que iba a caerle en la nariz (Ramón Gómez de la Serna)


Días de lluvia: pasaban los reyes mojándose cual plebeyos (Guille)
Días de lluvia: pasaban los ojos en la ventana (Carlos)
Días de lluvia: pasaban los minutos tan deprisa, disfrutando en nuestro hogar de tu presencia (David)
Días de lluvia: pasaban los autos a toda prisa llenos de amantes secos que odian mojarse (Mayo Belzuz)
Días de lluvia: pasaban los tiempos de silencio (Adolfo)
Días de lluvia: pasaban los impermeables como algas marinas (Ramón Gómez de la Serna)

martes, 15 de mayo de 2012

Hacia delante y hacia atrás


Se puso esa mañana los tacones altos aunque no eran apropiados para ir a trabajar. Necesitaba sentirse más alta, necesitaba escuchar cómo sonaban sus pasos. Que cada golpe de tacón le diera fuerzas, le diera ánimos para avanzar. Para aparecer firme y poderosa ante él, que le esperaba donde siempre, caminando nervioso; dos pasitos hacia la izquierda, media vuelta, cuatro pasos hacia allá. Cuando ella llegó le pilló de espaldas, y le vio pequeño, insignificante, con los hombros encogidos, mirando al suelo, contando absurdamente sus pasitos hacia delante y hacia atrás. Nunca le había parecido tan poca cosa como aquella mañana. Viéndolo así, daban ganas de marcharse, pero en lugar de eso le tocó el hombro, le sonrió con todos los dientes, le cogió del brazo y así, sonrientes, se fueron juntos a pasear.
(Elena)

Un mundo mejor


Te odio. No vuelvas. No te atreves ni siquiera a mirar atrás. ¿Qué te has creído? Sí, macilentos, odiados, raquíticos de hambre, pero no de esperanza. Largo. La esperanza no se conquista a base de cañones. El futuro es obra de corazones que por no tener nada que perder, han decidido ganar en cada esquina.
La suciedad que tus ojos han visto es consecuencia de la ignominia a la que crees habernos sometido, despojado de honores y condecoraciones. ¡Ja! Hay peores hambres que la del caldo, hay peores chinches que las que roen mi colchón de madrugada.
¡Que te largues, coño! Podría matrte, levantar el arma y descerrajar un tiro en mitad de tu cabeza fascista. Pero hay algo que no pueden apresar ni tus tanques ni tu barbarie. Puedo matarte, sí, pero elijo que vivas. Para que recuerdes, durante el resto de los segundos de los meses de los años de tu mísera existencia, que un hombre que creíste pordiosero tuvo los cojones suficientes para decidir, libremente, construir un mundo mejor.
(Carlos)

Ya sé qué quiero ser de mayor


Hoy nos han hecho vestir bien y lucir bonitas.
El uniforme que sólo utilizamos cuando nos visita el cónsul o el embajador me estaba esperando al llegar a la escuela. Me gusta mucho porque está fresquito y huele muy bien. Pero esta vez no me pondré triste cuando me lo tenga que quitar, cuando el cónsul se vaya.
El director de la escuela nos ha dicho que hoy no nos castigará si lo manchamos porque dice que los señores que han venido a vv ernos no se enfadarán si nos manchamos. Son blancos aunque no parecen muy elegantes ni muy limpios. Viste como el uniforme que levamos nosotras a diario. Son graciosos porque no paran de sudar. El señor que nos hace fotos no para de resoplar y apartarse el pelo mojado de la cara. El otro señor que le acompaña, el de la libreta, nos habla aunque no le entiendo. Es inglés y aunque sé muchas cosas para hablar con los turistas, él dice cosas que no había escuchado nunca. La maestra nos ha contado que son periodistas muy importantes. Y bueno, he pensado que estaría bien ser periodista, como ellos, y poder ir a Inglaterra a fotografiar a niños con uniformes limpios.
(Vanesa)

El hombre diez


Diez. Diez por diez flexiones.
Diez por diez por diez abdominales
Diez levantamientos de pesas al cuadrado
Diez kilómetros corriendo cada día
Diez sesiones de spinning al mes
Diez calorías de desayuno, merienda y cena
Diez cenas sacrificadas por los pectorales
Diez noes a ir al cine por la marca en la cadera
Diez copas de menos en aquella noche diez.
El verano está a la vuelta de la esquina
y ella está de vuelta
de vuelta de su hombre diez
(Laura)

El mundo en sus brazos


Medir el mundo, eso hace. El hombre sin rostro lo abarca entero con los brazos. Los estira desde los hombros -son elásticos e increíblemente ágiles- y rodea la superficie de la tierra. Como no tiene boca, nadie puede ver que sonríe, y eso que lo hace achinando sus ojos invisibles. Tampoco hay nadie cerca que le diga “no lo hagas, no lo cojas así” y por eso él lo coge y lo pone del revés. “Ahora sí” se dice, como para adentro, el hombre sin rostro, sin mover la boca que no tiene. “Ahora sí”.
Y entonces, justo en ese instante, el cielo se llena de agua salada. Una superficie de plancton incandescente y el mar se cubre de pájaros buscando el sur. Las nubes ahora son arrecifes con formas de aves prehistóricos y un astronauta camina sobre la superficie de las olas. Justo entonces, eso es lo que ocurre. “Ahora sí”, vuelve a decir el hombre sin rostro. “Ahora yo seré el dueño de este mundo sin memoria” y al decirlo se queda quieto un momento; los zapatos llenos de agua salada, la habitación completamente húmeda.
(Patricia)